¡Ay, qué bebé tan divino!

“¡Ay, qué bebé tan divino!”. Sí, cada vez que nace un bebé se oye a los papás y los abuelitos y toda la gente decir eso, pero la verdad es que no entiendo por qué. Para mí, un bebé recién nacido es lo más feo y desagradable que hay para el ojo, además del parto mismo que no es ningún… no es nada lindo. Empecemos por ahí.

La mujer debe soportar un inmenso dolor que no sé con qué pueda ser comparado. Siempre he pensado que el equivalente de dar a luz para el hombre sería como si le saliera una uva por la uretra. ¡Ouch! Además de eso está la cantidad de fluidos y sangre y quién sabe qué más, saliendo y escurriendo por todos lados. Mis respetos para los doctores que logran mantener sus propios fluidos en sus estómagos; sé que yo no lo lograría.

Ahora, el bebé. En los congeladores de los supermercados siempre vemos el pollo, la carne, el cerdo, etc., en sus respectivos paquetes y con un característico color rojo-rosado-carnosito-raro. Bueno, el bebé es igual, sólo que un poco más desagradable. ¿Por qué? Porque además de eso, al haber salido y estado donde estaban todos esos fluidos y cosas que había por ahí, además de haber estado dentro de la mujer, pues la pequeña criaturita tiene los restos de todo eso pegado a su cuerpecito. Tenemos entonces una masa roji-rosada rara, del tamaño y peso de una carne empacada en un supermercado, con coágulos, pegotes y demás cosas nada agradables en todo su cuerpo. Además el pobre no llora sino que “chilla”, y creo que sé por qué debe ser. Imaginaría que no es sólo por el frío tan hijuep… que debe sentir, y el cambio de luz, sino que muy seguramente debe sentir todo eso que tiene pegado y debe pensar: “¿¡Qué putas es esto!? ¡Qué ceba!”

Y sin embargo, entre lágrimas y dolor la mamá dice: “¡Aaayyyy, divino!”, y lo sacan para que lo vean los demás, y “¡Aaayyyy, divino!”. ¿¡En serio!? ¿¡Divino!? Y lo peor, “es igualito al papá/mamá”. Más o menos le están diciendo al papá o a la mamá que son una masita con pegotes y coágulos por todo el cuerpo.

Carajo, creo que eso sí debe ser amor puro: poder ver algo completamente desagradable y poder decir que tan lindo, tan divino, tan hermoso. Díganme que soy desconsiderado o lo que sea, pero es que en serio se me hace desagradable ver a un bebé recién nacido.

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